100 gr de Azúcar
Ralladura de una naranja
2 Huevos de nuestras Gallinas Felices
60 ml de Aceite de Oliva Virgen Extra
2 Mandarinas (75/80 ml de zumo)
1 pizca de Sal Rosa del Himalaya
1 Sobre doble de gaseosa El Tigre (gasificante para bollería)
400 gr de harina de repostería
½ l de Aceite de Oliva Virgen Extra (para freír los roscos)
50 gr Azúcar y 1 c/p de Canela (para rebozar los roscos)
ELABORACIÓN
Exprimir las mandarinas, si tuvieran alguna semilla quitarla.
Poner el azúcar en un bol.
Lavar y secar la naranja. Rallar la piel con un rallador de cítricos, para que no lleve nada de blanco ya que amargaría.
Cascar los huevos en un cuenco y añadirlos al bol del azúcar.
Añadir el aceite y el zumo de mandarina.
Añadir una pizca de sal Rosa del Himalaya.
Batir ligeramente con una varilla de repostero.
Mezclar 350 gr de harina con el sobre doble de gaseosa.
Añadir poco a poco al bol, a la vez que mezclamos con las varillas.
Cuando esté mezclado, retirar las varillas y continuar con los dedos de una mano ligeramente untados de aceite, hasta que sea una mezcla homogénea y pegajosa.
Continuar espolvoreando el resto de harina sin amasar demasiado, solo hasta que se despegue un poco de los dedos.
El resultado debe ser una masa blanda y ligeramente pegajosa, para evitar que se nos pegue a las manos al dar forma a los roscos, nos untaremos las manos con aceite.
Tomar porciones del tamaño de una nuez y hacer una bola entre las palmas de las manos.
Introducir los dedos para hacer un agujero y estirar suavemente mientras vamos girando la masa, para conseguir una rosquilla de grosor equilibrado.
Calentar el aceite, perfumar con un trozo de piel de naranja.
Cuando esté bien caliente sin que llegue a humear, freír los roscos, controlando la temperatura para que no se quemen por fuera y poco hechos por dentro. Volteándolos con cuidado para que no se rompan, ni salpique el aceite, hasta se doren por todos lados.
Retirar la piel de naranja cuando comience a dorarse.
No freír muchos a la vez porque aumentan el doble de su tamaño y correríamos el riesgo que el aceite se enfríe demasiado, o se rompan al darles la vuelta, por falta de espacio en el perol.
Sacar los roscos a un plato con papel absorbente, para que suelten el exceso de aceite (está masa no absorbe casi nada de aceite, por lo que los roscos no quedan grasientos)
Cuando pierdan un poco de temperatura pero aún estén calientes, rebozar en azúcar y canela, y disponerlos de manera ordenada en una fuente de servir.
Una vez fríos, tapar con film transparente y un paño limpio.
Recién hechos tienen una textura ligeramente crujiente por fuera, de un día para otro quedan un poco más esponjosos.
Bien tapados, duran más de una semana, no es necesario guardarlos en el frigorífico porque se endurecerán.
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